El tiempo pasa, el fútbol cambia... dicen algunos. El Atlético lo ha vivido en sus carnes. De la noche a la mañana, como quien dice, sin tiempo a masticar la noticia.
El club decidió que era hora de mudarse. La temporada 2017-18 sería en otro escenario totalmente distinto, a muchos kilómetros de la ribera del Manzanares.
El cambio de estadio tuvo polémica desde el principio. Primero, el nombre. El Atlético anunció el nombre en diciembre de 2016. Wanda Metropolitano...
Un patrocinador chino invirtió y puso el sobrenombre al Metropolitano. Indignación de la afición.
El mismo día se anunció, de paso, el cambio de escudo. Y si el Wanda dolió... saber que su escudo, ese que les había representado en las últimas décadas, iba a cambiar acabó por hacer estallar a la afición. Pero ese es otro tema.
Volvamos al Metropolitano. Por si el nombre no fuera poco, la polémica persiguió también su creación. Las obras se retrasaban y el Atlético ya había anunciado que la temporada 2017-18 jugaría en el Metropolitano.
El Atlético, finalmente, acordó con LaLiga jugar como visitante los primeros partidos de la temporada para que el Metropolitano estuviera listo. Se estrenó el 16 de septiembre de 2017 ante el Málaga.
Los rojiblancos se despidieron del Calderón, con lágrimas. Muchas lágrimas... pero con la ilusión de estrenar un nuevo hogar.
Mudanza
Los indios abandonaron la ribera del Manzanares y se mudaron a un estadio cercano a la zona de Canillejas. En el Calderón se quedaba la historia... y el ambiente de los aledaños.
Porque alrededor del Calderón había vida, una religión. Bares, tiendas, peñas... Se respiraba 'colchonerismo' por los aledaños del estadio.
El Atlético decidió que era hora de ir a un estadio nuevo, una casa a la altura de los grandes europeos. Y se olvidó de todo eso.
Llegó la apertura del Metropolitano. No decepcionó: juego de luces LED, gradas enormes, acústica espectacular. Lo tiene todo.
Pero costó adaptarse. Cambiar de casa no es fácil y, pese al tiempo que lleva ya el Atlético en el Metropolitano, hay algo que no termina de recuperar...
El espíritu del Calderón
La afición sigue igual de incombustible que en el Calderón, pero el cambio de estadio se ha notado considerablemente.
Falta la esencia... falta lo que daba el Calderón. Quizá fuera por la magia del agua que predicaban algunos tribus antiguas. Quizá porque el alma se quedó en el Calderón por aquello de que el hombre es un animal de costumbres al que acompaña el apego y el arraigo a un lugar.
Hasta el rival reconoce que al Metropolitano le falta algo. Sergio Ramos, cuando visitó el estadio nuevo con la Selección, afirmó que el nuevo campo era genial, pero que había perdido la presión del Calderón.
Uno de los mejores estadios de Europa... a precios de oro
Estar entre los estadios 'top' de Europa, obviamente, no iba a salir gratis. Hay quien aún no conoce el Metropolitano por las tarifas del club.
Conseguir una localidad a un buen precio es, en ocasiones, imposible. Muchas han sido las críticas de la afición por este asunto. Las entradas para ver al Arsenal en casa, por ejemplo, cuestan 55 euros las más baratas (para los socios).
Los que no son socios tienen que vérselas y deseárselas para conseguir entradas a precios asequibles. Las localidades vuelan.
En el Calderón, uno podía ir a ver al Barça sin ser socio por precios relativamente asequibles. Por no hablar de las ofertas a estudiantes, que podían disfrutar del fútbol por 10 euros. Algo impensable en el Metropolitano.
Este fin de semana, un aficionado del Levante aseguró que le habían cobrado 50 euros a su hijo ¡de un año! para poder ver el partido en el Metropolitano.
Y ya sabemos aquello de "los tiempos cambian, el fútbol progresa". Pero los hay románticos... de otro tiempo, si se quiere llamar así. Muchos son los que no olvidan el Calderón.
"Uno es de donde llora, pero siempre querrá ir a donde ríe", escribió Elvira Sastre. Y puede que esa sea la esencia de todo esto. La afición llevará siempre consigo el Calderón en el recuerdo, porque eso es algo que, por mucho que se empeñen, nadie podrá borrar: las lágrimas y las risas evocan un sinfín de recuerdos a orillas del Manzanares.