Con Messi, Iniesta, Busquets, Rakitic y Piqué en el césped, por citar a varios jugadores, el FC Barcelona no consiguió tener más la pelota que su rival. Un 50% de posesión para cada uno. Cifras extrañas, incluso para esta época en la que el Barça de Ernesto Valverde no tiene reparo en resguardarse cuando el adversario aprieta y no sobran los equipos con capacidad y, sobre todo, vocación para generar fútbol desde la posesión.
Más allá de tener más o menos el balón, el Barça apenas ofreció la sensación de control y dominio que se le presupone a sus futbolistas y, sobre todo, al estilo que tan bien ha perfeccionado a lo largo de los años. A Johan Cruyff le debió caer una lágrima desde su olimpo futbolístico. Y aunque se quedó con uno menos por expulsión de Sergi Roberto, le pasó igual con once.
El adiós de Andrés Iniesta es un síntoma, una señal que trasciende al propio FC Barcelona. Todo un fin de ciclo, el inicio de una nueva era en la que apenas quedan equipos que telegrafíen el balón, que se hagan sus amigos de la bola. El ida y vuelta y el contragolpe es lo máximo a lo que se aspira.
Ni siquiera el Barça es ajeno a esta corriente. En los últimos años, el vigor físico y la capacidad atlética son rasgos cada día más potenciados. La 'revolución de los bajitos' que inició Cruyff, continuó Guardiola y aprovechó la Selección Española pega sus últimos coletazos, por mucho que Xavi y Pep clamen contra ello.
El partido que firmaron al alimón Barcelona y Madrid provocaría mil dolores de cabezas a Guardiola y al purista más guardián del estilo. No cambia tanto el qué (atacar) como el cómo (posesión). El 'ADN Barça' está llamado a evolucionar.
Este 'Clásico', que acabó con empate a dos y sufrió un horroroso arbitraje, aventuró el comienzo de un nuevo tiempo. Negativos para la lírica que tan bien escribió y recitó el FC Barcelona hace no demasiado.