Pedro Argañaraz ha cumplido el sueño de todo árbitro: marcar un gol. Pero, mala suerte, se lo tuvo que anular a sí mismo. Y lo tuvo que hacer después de que los jugadores de Belgrano le pidieran que el tanto subiera al marcador.
Y es que el colegiado se encontró en su camino con un balón que no debía estar ahí. Intentó sacarlo del terreno de juego con la mala fortuna, o la buena, de clavarla en el ángulo de De Olivera.
Mientras él se lo tomaba a broma, algunos jugadores se llevaron incluso las manos a la cabeza. Ese gol le hubiera permitido a Belgrano empatar el partido. Y, claro, por pedir que no quede. Pero todo quedó en una simpática anécdota.