Historias como la de Néstor Ortigoza son muy comunes en Sudamérica. Criado en un barrio de pocos recursos y rescatado por el fútbol de un destino que se auguraba complicado. El paraguayo es uno de los mejores jugadores que ha pasado por Argentina en esta última década y uno de los delanteros históricos de San Lorenzo.
En una entrevista reciente, ha recordado sus inicios y relatado alguna de sus mejores anécdotas cuando apenas era un chaval que soñaba con enfrentarse a los mejores del mundo. Un sueño que terminaría cumpliendo.
"Yo llegué al fútbol con el sueño de comprarle la casa a mis viejos y me fui encontrando con todo. Con clubes increíbles. Con ser famoso o algo así. Jugué un Mundial con la selección de Paraguay, en el 2010. Fui a San Lorenzo y gané la Copa Libertadores. Llegué a jugar una final del mundo contra Cristiano Ronaldo. Lo único que puedo decirte es que pasó rapidísimo", explicó en 'Página 12'.
Una anécdota desternillante
"Quería mejorarles eso. Y mi madre me decía que no se iba. esto que voy a contar no lo sabe y me va a matar cuando se entere. Resulta que yo tenía un auto, un Bora, re lindo, re bien parado. Y tenía varios amigos en el barrio con los que me llevaba bien y... Bueno, me hice robar una rueda del auto, me lo dejaron con unos tacos, justo en la puerta de la casa de mi vieja. Ahí fui y le dije: “Mamá, vos te tenés que ir de acá, mirá cómo me robaron la rueda, un día me va a pasar algo”. Y la convencí. Después los pibes me trajeron la rueda de vuelta", confesó entre risas el paraguayo sobre su salida del barrio.
"A los jóvenes sólo les digo que estudien"
"Tendría que haber estudiado, para tener una herramienta importante para ser mejor. Hoy se lo digo a cualquier pibe, no importa lo que cueste, pero estudiá. Yo me crié en la escuela de la calle. Salí bien, pero hoy me quedó una deuda ahí", aseveró el delantero.
"Lo más importante lo aprendí en el barrio, porque jugaba contra gente más grande, entonces me las tenía que ingeniar. En las canchas en las que jugábamos era difícil pararla y hacer muchos controles, entonces, tenía que ser preciso. Si no jugaba a uno o dos toques, me partían al medio. Eso lo aprendés cuando las patadas te duelen. El barrio es la gran escuela del fútbol, por eso juego así", añadió.