No fue una derrota importante más allá de que privó al Barcelona de acabar la campaña invicto, pero en la Ciudad Condal saltaron todas las alarmas por la forma en que esta se produjo.
El Barça estuvo a punto de ser goleado en Valencia ante el Levante y no acabó siéndolo por una reacción de campeón, que incluso amenazó con igualar el partido después del 5-1 con el que se había puesto el Levante gracias a Morales, Bardhi y Boateng.
¿Quién tuvo la culpa de semejante desempeño? Para empezar, a la zaga azulgrana se le reclamó mucha mayor concentración ante los granotas. Vermaelen y Mina fueron un manojo de nervios y no fue hasta la salida de Piqué cuando el Barcelona comenzó a serenarse.
El veterano central, que comenzó reactivando al equipo, tampoco estuvo muy acertado en la segunda mitad, igualándose a un Yerry Mina que falló en varios tantos y mostró tan prometedor desempeño con el balón como desconcertante cada vez que intervenía sin él.
Jordi Alba, errático en el tercer tanto y poco decisivo en ataque sin Messi, y Semedo, que estuvo muy participativo pero una vez más muy poco acertado en defensa y ataque, culminaron una defensa para olvidar, pero es que el centro del campo no estuvo mucho mejor.
Andrés Iniesta ha llegado con la gasolina justa al final de Liga y Rakitic y Busquets, sin ayudas de Dembélé o Coutinho, se vieron superados en cada contragolpe del Levante, convirtiendo el centro del campo en uno de los responsables directos de la derrota.
En ataque, Luis Suárez no pudo hacer de Leo Messi y pese a que intervino en varios goles, acabó cuajando un encuentro bastante alejado de lo que se esperaba de él. Mejor estuvo un Coutinho totalmente enchufado y que estuvo cerca de lograr por sí solo una remontada que hubiera sido histórica.
De Dembélé, que estuvo completamente desaparecido una vez más, mejor ni hablar. El francés evidenció sólo unos días de su genial desempeño ante el Villarreal que su adaptación es mucho más lenta de lo deseado por la parroquia 'culé'.
Demasiados despropósitos para un equipo al que le ha costado mantener la competitividad con el único objetivo del invicto y cuatro partidos por delante que se han hecho eternos.