El Real Madrid se clasificó a las semifinales de la Champions League con un penalti bastante dudoso y que supuso la expulsión de Gianluigi Buffon por sus reiteradas protestas a Michael Oliver.
Una acción arbitral decisiva justo un año después de que el Bayern de Múnich viera cómo la roja a Arturo Vidal le ponía cuesta arriba a los bávaros la prórroga en la vuelta de los cuartos de final de la 2016-17.
En choques con tremendas similitudes, los detalles volvieron a decidir la clasificación del equipo blanco en su competición favorita. Si entonces una segunda amarilla dudosa dejó al Bayern con uno menos cuando más estaba apretando, a la Juventus le acabó costando caro un intento despeje de Benatia ante Lucas en la última acción del partido.
Oliver no dudó y señaló el punto de penalti y las constantes protestas acabaron mandando al vestuario a Buffon en la que podría haber sido su amarga despedida de la Champions League.
La Juventus tenía la eliminatoria igualada y, con un gol en la prórroga, hubiera obligado a los blancos a meter dos tantos, una ardua tarea en función de cómo se estaba desarrollando el partido, pero esa suposición forma parte del imaginario futbolístico, ese que alberga gestas y fracasos a partes iguales entre perdedores y vencidos.
Cristiano no falló y evitó un tiempo extra que hubiera sido justo por los mayores méritos de una Juventus que borró el choque de ida y fue el coloso italiano que siempre ha sido. La polémica, por otra parte, siempre estará ahí.