Guardiola sacó su varita y convirtió a Busquets, un chico de Tercera División, en el mejor mediocentro del mundo, o al menos así opinan muchas voces expertas del mundillo. Pero le sobró magia para hacer lo propio con el canario, que ascendió a la cima del fútbol en el Camp Nou para convertirse en otro futbolista de élite. Siempre en segundo plano, pero con rendimiento estelar.
Rodeado de estrellas, se acabó convirtiendo en un indispensable del técnico. Una de las púas del tridente. Por la derecha o por la izquierda, daba igual, porque asombraba su dominio de las dos piernas. Modesto y poco glamuroso, siempre fue necesario.
Y ello le llevó a construir vitrinas gigantes en su casa. Porque apiló cinco Ligas, tres Champions, tres Copas del Rey, tres Supercopas de Europa y cuatro de España, así como dos Mundiales de Clubes. Por si fuera poco, ganó Eurocopa y Mundial con 'la Roja'. Hay futbolistas muchísimo más famosos que pagarían fortunas por un palmarés de ese calado.
Se cerró la puerta
Su marcha, ocho años después de servir a la causa azulgrana, tuvo algún momento tenso. "No era cuestión de dinero, quería ser importante y aquí no iba a suceder", aseguró en su rueda de prensa de despedida.
Con Neymar y Luis Suárez en el plantel, y Arda Turan firmado para el mercado de enero, su protagonismo iba a menguar. Y la ausencia de memoria histórica le afectó a él también, que hizo las maletas rumbo a Londres.
Su último encuentro en el Camp Nou fue de difícil digestión: intentó una remontada imposible en la vuelta de la final de la Supercopa de España. Fue un 1-1 contra el Athletic, más que insuficiente tras el 4-0 de la ida. Curiosamente, contra Ernesto Valverde.
Pero su última hoja de servicios como azulgrana sí definió lo que siempre representó: la constancia, el oportunismo y el éxito. Ocurrió el 11 de agosto de 2015, en Tiflis, en la extraña Supercopa de Europa contra el Sevilla. Esa en la que los andaluces fueron capaces de llevar a la prórroga un 4-1. Pero Pedro, por entonces Pedro cuando había debutado como Pedrito, salió en el campo en el minuto 93. Y a segundos de ir a los penaltis, ahí dejó su última firma, su último gol.
Un oportunista
Como había hecho en otra Supercopa de Europa, ante el Shakthar, en 2009. A un minuto del final del Mundialito del mismo año, forzando la prórroga ante Estudiantes que luego resolvería Messi. Poniendo al Barça por delante ante el United en la final de la Champions de 2011. Haciendo doblete en la victoriosa final de la Supercopa española contra el Athletic. O al rescate de unos cuartos de final de Champions contra el PSG que se habían puesto cuesta arriba en 2013.
Pedro llegó a ser el mejor secundario del mundo, aunque nunca estuvo en primera plana. Vuelve a ocurrir: ahora que todo el mundo pone sus ojos en el regreso de Cesc, es también su momento. Su ex casa es su casa. Y tendrá garantizados los aplausos.