Los estragos de la Segunda Guerra Mundial eran evidentes en el inicio de la década de los 50. Europa había quedado asolada, toda una generación de futbolistas se había perdido en el proceso y el deporte rey intentaba poner su granito de arena para recuperar una normalidad que no sería fácil de obtener. Las tensiones entre países seguían vigentes. Derrotado el fascismo, el mundo quedó dividido entre el capitalismo y el comunismo, con Estados Unidos y la Unión Soviética como grandes potencias vencedoras de la cruenta guerra que se había dejado atrás.
Entre ausencias y generaciones perdidas
La FIFA apostó por Brasil para recuperar la confianza del fútbol sudamericano y ante la imposibilidad de que Suiza, la favorita de la organización (se retrasó hasta 1954), acogiera una cita de este calibre. Apenas se apuntaron 34 selecciones a la fase de clasificación, después de que se prohibiera la participación de Alemania y Japón. A regañadientes, se aceptó la presencia de Italia, vigente campeona del mundo tras su triunfo en Francia.
De este modo, Bolivia, Brasil, Chile, España, Estados Unidos, Inglaterra, Italia, México, Paraguay, Suecia, Suiza, Uruguay y Yugoslavia terminarían conformando la lista de participantes, que se quedó en 13 tras una serie de renuncias que afectaron a Escocia, Turquía, Portugal o Francia.
Llegan los dorsales... y vuelve la fase de grupos en el único Mundial sin final
Entre las novedades que se vieron durante el torneo, la más destacada fue la organización de los jugadores por dorsales. El equipo titular estaría dividido entre el 1 y el 11, empezando siempre por el portero. Además, se volvió a la primigenia fase de grupos que se había abandonado en las dos ediciones anteriores. Con el extra de que los mejores de cada grupo conformarían otro y el campeón sería el vencedor de esa segunda fase. Curiosamente, esto provocó que el de Brasil fuera el único Mundial en el que no se ha disputado una final como tal.
Maracaná era la joya de la corona de los seis estadios que acogieron esta cuarta cita mundialista. Con un aforo de unos 200.000 espectadores, en el corazón de Rio de Janeiro, el campo no tenía parangón alguno en el mundo. El partido clave se disputó allí y dejó imágenes para la posteridad.
Brasil y México abrieron el Mundial un 24 de junio de 1950, aunque no en Maracaná, que había postergado su inauguración unas semanas. Los locales pasaron por encima de los mexicanos (4-0) y asumieron el cartel de favoritos con Baltazar, Ademir o Jair como estrellas. El hecho de que se clasificara el primero de cada grupo le vino en suerte a Uruguay, que cayó justamente en el único grupo de dos equipos del torneo. Se jugaría el pase a la segunda ronda en un único duelo ante Bolivia, a la que tumbó por 8-0.
Gaetjens, Zarra y el batacazo inglés: 'El partido de sus vidas'
Los de Juan López Fontana tuvieron tiempo para descansar mientras el resto de selecciones se jugaban su continuidad en el Mundial. Suecia sorprendió a Italia (3-2) con un doblete de Jeppson y firmó un empate ante Paraguay (2-2) que le daba el pase y eliminaba a la actual campeona del mundo. La primera sorpresa de un torneo que tuvo unas pocas más. Inglaterra se personaba en su primer Mundial como abanderada del fútbol profesional y con las grandes estrellas del momento en sus filas. El cartel les pesó y en Brasil sufrieron una de las peores derrotas de su historia ante Estados Unidos (1-0). Un equipo amateur que estuvo a punto de no personarse en esta edición (pueden ver la película 'El partido de sus vidas') sorprendió a los ingleses y pegó uno de los grandes campanazos en la historia de los Mundiales. El solitario gol de Gaetjens obligó a Inglaterra a jugarse el billete para la segunda fase contra España y allí Zarra (1-0) culminó el ridículo de los 'pross' en su primera Copa del Mundo.
Basora y Zarra eran los grandes líderes de aquella España que había merecido más en 1934 y que había desaprovechado a una gran generación de futbolistas por culpa de la Guerra Civil en la que se sumergió.
La fase final la completó Brasil, que había sufrido con Suiza (2-2), pero que respiró tras derrotar a Yugoslavia (2-0) y confirmar la primera posición de su grupo y el billete para seguir peleando por el título. De este modo, el cuarto campeón del Mundo saldría de Suecia, España, Uruguay y Brasil. Tres podrían estrenar palmarés y uno consagrarse como la mejor selección de la historia hasta aquel momento.
Brasil cogió ventaja tras vapulear a Suecia (7-1) con cuatro goles de Ademir, y aprovechar el empate entre Uruguay y España (2-2). Un gol postrero de Obdulio Varela, decisivo después de todo, rescató a los 'charrúas' tras el doblete de Basora. Ese empate hizo trascendental el siguiente duelo de ambos equipos. Uruguay tuvo que remontarle en dos ocasiones a Suecia para mantener vivas sus opciones. Dos goles de Miguez, otra vez en el tramo final, resultaron determinantes para el definitivo 3-2.
Y Ghiggia hizo el silencio...
La frescura de los uruguayos se dejaba notar, mientras que Brasil acababa con las esperanzas de España con otra goleada incontestable (6-1). Así, el último partido entre Brasil y Uruguay tomó matiz de final. Maracaná reventó con más de 170.000 espectadores para ver a su país proclamarse por primera vez campeón del mundo. El gol de Friaça nada más comenzar la segunda mitad llevó el delirio a las gradas. Pero la 'celeste' hizo gala de su frescura y entre Schiaffino y Ghiggia le dieron la vuelta al marcador para silenciar Maracaná como nunca antes se había visto ("Solo tres personas en la historia han conseguido hacer callar al Estadio Maracaná: el Papa, Frank Sinatra y yo", presumió siempre Ghiggia). Para mayor drama brasileño, el empate les habría bastado para ser campeones... Un país enmudecido para más gloria del combinado uruguayo, que conquistaba su segunda Copa del Mundo y su cuarto título oficial para la FIFA. Dos presencias, dos títulos... imparables.
La sorpresa fue tal, que hasta el propio presidente de la FIFA llevaba preparado un discurso en portugués ante el previsible triunfo local. Sin duda, aquella victoria de Uruguay está considerada como una de las mayores sorpresas de la historia de los Mundiales.
En lo que acabaría siendo un ficticio partido por el tercer y cuarto puesto, Suecia acabó con España (3-1) para consumar la mejor participación de ambas en la historia de los mundiales hasta ese momento. Los ocho tantos de Ademir le hicieron amargamente máximo goleador del torneo. La tristeza de los brasileños era inmensa después de la ilusión despertada en un deporte que se había apoderado del corazón del pueblo sudamericano. Los aficionados abandonaron Maracaná entre lágrimas, tal y como cuentan las crónicas de la época. Los jugadores se convirtieron en enemigos públicos de su propio país, como confesaría posteriormente el guardameta de aquella selección, Moacir Barbosa: "La pena máxima en Brasil por un delito son treinta años, pero yo he cumplido condena durante toda mi vida por lo que hice".
Por si fuera poco, la Federación Brasileña decidió dejar de vestir azul y blanco y apostó por el tradicional amarillo, verde y azul que lleva actualmente. No querían que nada les recordara esa derrota...
La imprevisibilidad del fútbol continuaba ganando adeptos en el panorama internacional, que seguía encasquillado en una guerra fría tan calmada como peligrosa. El mundo amenazaba con volver a estallar mientras Suiza esperaba ya la quinta edición de la Copa del Mundo, que retornaría a Europa tras la devastación de la guerra.